De Escéptico a Chaman, Martin Brune

Libro De Escéptico a Chaman pdf

autor: Martin Brune

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de esceptico a chaman

Prólogo

 Chakras, auras, chamanismo, curación con la luz estos términos eran para mi un completo misterio. Un misterio, que de ninguna de las maneras deseaba descifrar pues yo era un absoluto escéptico.

Alguien que incluso se ponía nervioso con la sola mención de las técnicas de relajación.

Sin embargo el destino me condujo de ser ingeniero y empresario a convertirme en un sanador chamán según la tradición Inca. Si hace un par de años alguien me lo hubiera dicho me habría parecido del todo imposible. En lo que tampoco creía era en mi propia curación.

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Durante mucho tiempo padecí problemas tanto físicos como psíquicos que intenté resolver de todas las maneras imaginables. Pero siempre sin éxito.

Mi curación llegó con la medicina energética de los Incas. Con esa medicina aprendí a convivir de una manera saludable con mis “visiones”. Desde que tenía doce años yo era capaz de ver energías, así como lo que yo denominaba verdadera cara de las personas. Pero estas imágenes, que yo percibía tan solo durante unas décimas de segundo, me ponían nervioso y me hacían pensar que yo estaba loco.

Sobre ello hablo en la 2ª parte.

La gente acude a mi en masa en busca de ayuda. Provienen de toda Alemania. Pero también ayudo en la distancia a personas que viven en otros países – en España, America, Inglaterra, Hollanda. No he necesitado hacer propaganda y todos mis clientes vienen, por el boca a boca, aconsejados por amigos y familiares.

Y mientras escribo estas páginas me siento embargado por un profundo sentimiento de gratitud. Cuando pienso como me iba hace algún tiempo.

Capitulo I

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 Donde me encuentro?

 Los adultos de mi vecindario tenían siempre varias caras. Por lo menos dos. Algunos tenían incluso tres, cuatro o cinco. Cuando cerraba los ojos veía esas caras. Cuando los abría habían desaparecido. Era extraño.

Cuando desperté pude ver un letrero en la pared con una “F”mayúscula. Sobre ella un poco borroso leí “planta”.

“Planta F”- que significa esto? Donde estoy? Estoy soñando? No, no estoy soñando, estoy despierto. Ahhh! Me tengo que ir, el trabajo me llama.

Intento levantarme pero no lo consigo. ¿Sufro una parálisis? Entonces veo las anchas tiras blancas que me atan a la cama.

Aquí todo es blanco, esterilizado. Todo es horriblemente blanco y me ciega.

“Hola”, llamo.

No hay respuesta.

“Hola”“¿Hay alguien ahí”? Silencio. Mi pulso se acelera. Me mareo. Entonces me adormezco.

“A despertarse Señor Brune”, dice una voz. “Señor Brune!”.

A través de mis ojos entreabiertos veo la cara de una mujer desconocida. Se llama Borowski. Una mujer maternal. Muy amable.

“¿Que hacen conmigo”? “¿Yo?”, me contesta. “No hago nada con usted”.

“Y, ¿que hago aquí? Quiero decir, ¿donde estoy? “Usted está en un centro de dia”.

¿Cómo? ¿Me han internado en un psiquiátrico? “Quiero irme a casa”, digo. “¡Inmediatamente!”“A usted le ingresaron ayer”.

No lo entiendo… lo recuerdo vagamente… “Usted perdió el conocimiento en su casa, no oía el teléfono …”me explicó la señora Borowski. “Estaba tendido en el suelo. Su vecino llamó a la doctora.”“Si, ¿y qué? “Ella nos llamó inmediatamente. Está convencida de que usted no tiene nada físico”.

“Y ¿que tengo entonces?”.

“Los problemas psíquicos pueden ser igual de fuertes. O incluso más fuertes.”“¿Cuanto tiempo estaré aquí?”, pregunto. “¿Uno o dos días? “Algunos se quedan un par de meses aquí.”¿Meses? No puede ser cierto. ¡ “Señor Brune, voy a soltarle”, me dice.”Luego viste, baja a la segunda planta y se presenta al doctor Meissner.

La señora Borowski tira de las cintas blancas. Las hebillas se sueltan y la presión que siento cede. Por fin puedo respirar.

La ventana que da al patio tiene una reja. Que extraño siempre había pensado que las habitaciones de un psiquiátrico eran de goma.

“¿Estoy loco?”.

“Eso yo no se lo puedo decir, aunque quisiera”. Me contesta la señora Borowski. “Y ahora apresúrese. Su cita es dentro de 10 minutos”.

En el psiquiátrico

Yo siempre he acudido al psicólogo. No sabía convivir con la afluencia de imágenes. Con los monstruos que surgían de las cabezas de la gente. El terapeuta dice que tengo una ligera psicosis.

Me siento muy mal y no entiendo nada. ¿Cómo es que llegado hasta aquí? De pronto aparece una imagen en mi interior: mi dedo está enganchado en el interior de un tubo de pastillas para dormir.

Tiro de él con todas mis fuerzas. ¿He tomado las pastillas? No lo sé.

Pero en mi estómago siento un gran vació. Como si me lo hubieran vaciado. Siento ganas de vomitar.

Puede ser que haya tomado las pastillas. Pienso tantas veces en el suicidio… Si, yo había tenido problemas psíquicos toda la vida. En el colegio, en cuarto de primaria, la profesora aconsejó que me viera un psicólogo. Mi comportamiento, decían que no era normal y que decía muchas locuras. Porque yo las veía. Yo veía personas en la cruz, serpientes saliendo de sus cabezas. Algunos caminaban con un cuchillo clavado en la espalda.

Estas imágenes no las veía constantemente. Pero de pronto aparecían. Como relámpagos que me aturdían profundamente.

Nadie más veía esas imágenes y yo no tenia con quien hablar de ellas. Pensaba que estaba loco.

También lo pensaban los psicólogos con quienes tenía que trabajar. Al cumplir los 32 años había contabilizado más de 400 horas de terapia y finalmente el invierno del 2000 me encontraba en esta clínica psiquiátrica.

Dr. Meissner

Cuando por la noche estaba en la cama sentía miedo. Tenía miedo del hombre malo, de las brujas y de alguien que fuera a llevarme. Veía extrañas formas en mi habitación. Vagaban por ella, iban y venían para finalmente desaparecer. Mamá dice que eso está en mi cabeza y que además ella está allí. Papá también. Pero el miedo no desaparecía.

Entro en el pasillo y lo primero que veo es un gran cenicero, mejor dicho un gran tiesto para plantas que ahora sirve de cenicero.

Increíble. Unas doce personas están de pie a su alrededor y fuman sin parar. Cigarrillos. Necesito cigarrillos, mi teléfono móvil…

“Hola”, digo.

Todos me miran intrigados. No hay respuesta.

Voy al segundo piso y entro en la consulta del Dr. Meissner. Una mesa ordenada, una mesa con una flor de plástico y dos sillas estilo años setenta. Aquí todo parece de los años setenta.

“Señor Brune, siéntese”, dice el Dr. Meissner con voz suave y comienza a mirar en mi historial.

Podría dormirme otra vez… Finalmente ha encontrado el papel que buscaba y me pregunta por mis datos personales: “¿Fecha de nacimiento?”11 de julio del 67.

“¿Lugar de nacimiento?” Stockum. “¿Profesión?” Ingeniero.

Según la duración de mis estudios yo estaría entre los mejores.

Tras finalizar la universidad me dediqué durante ocho años a fundar pequeñas empresas.

Empecé con una consultora de empresas, seguí con una distribuidora de productos de cine hasta una agencia de Ebay, una empresa de diseño en España y una empresa comercial en Portugal.

Sin embargo bajo esa imagen de éxito se escondía una personalidad atormentada, obsesiva y depresiva. Con constantes pesadillas, inseguridad, con ataques de angustia, dolores de estómago y de espalda, por nombrar tan solo algunos de los síntomas que padecía.

El Dr. Meissner me pregunta por el nombre de mi padre.

“Alcavan”, contesto.

Ayy no. Así se llama uno de mis clientes. Es ese proyecto que aún tengo que cerrar. Tengo que salir de aquí. Tengo que trabajar sino todo se irá al traste. Y además que pensará la gente. Yo en un psiquiátrico. Mi carrera está arruinada.

“Cuanto tiempo estaré aquí?”, pregunto.¿uno o dos días? “Cuando nosotros pensemos que usted está mejor”, me contesta, “entonces se podrá ir.” “Esto es como una cárcel.”

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